Parece que
inevitablemente, al finalizar un año, tendemos a hacer balance general de lo
acontecido, que en muchos casos se reducen a dos apartados: cosas buenas por la
que dar GRACIAS y otras menos buenas, o al menos eso creemos, que nos sirvan de
lección, de aprendizaje, de reflexión….Emoción hasta la médula al recordar.
A partir de
aquí surgen los deseos de mejora, propósitos de enmienda que a veces nos pueden
parecer una heroica misión, incluso creemos que están teñidos de un optimismo
poco realista, pero ya hemos dado el primer paso, solo nos queda la
determinación.
Yo procuro
fijar metas no muy a largo plazo sol, se trate de lo que se trate y si no lo
consigo vuelvo a intentarlo. Elijo ser optimista y tener ilusión. Elijo lo que
quiero soportar y lo que no. Y sobre todo elijo ser consciente de mis errores
porque es la única manera de aprender.
Cuando hago
un bizcocho se que debo darle baja temperatura y tiempo suficiente para que
suba en el horno….he aprendido que, del
mismo modo, con los acaloramientos y las
prisas no se obtienen resultados en nada que te propongas, sea lo que sea.
Tengo la
buena costumbre de dar las GRACIAS por todo lo bueno que me ocurre, por insignificante que sea, y me pregunto a
menudo qué he aprendido hoy, aprender de lo que considero menos bueno con el
propósito de superar temores y dudas…. Esto me proporciona paz, es música para
el alma. Estoy en ello….